La
manipulación emocional entre los padres e hijos es tan
común que a veces no la percibimos como tal.
La
manipulación emocional existe cuando se trata de controlar
a otra persona a través de chantajes, elogios o señalando
culpas entre otros medios. En el caso de los niños,
ellos utilizan la manipulación para sentirse poderoso
y fuerte. También es una forma para conocer los límites
de sus padres y saber qué tan lejos puede llegar.
Entre
padres e hijos existe siempre cierto nivel de manipulación.
Por ejemplo, cuando un padre le dice a su hijo que sí
deja de llorar le van a dar un premio. De está forma
se trata de motivar al niños con regalos,
halagos, sobornos y amenazas.
Por
el otro lado, los niños también manipulan a
los padres y pelean por el poder a su manera. En la práctica
puede encontrarse, por ejemplo, al niño que tira un
objeto al piso a ver si lo recoge su mamá o pide una
hora más de televisión antes de ir a dormir.
Incluso,
el niño puede provocar una confrontación entre
sus padre con frases como mi mamá siempre me
da permiso ¿por qué eres tan malo y ella no?
si esto genera un conflicto entre los padres, el niño
habrá aprendido que ellos prefieren pelear que respaldarse
mutuamente en sus decisiones. Esto es más evidente
en el caso de padres separados o divorciados.
El
sentimiento de culpa o la vulnerabilidad de uno de los padres
pueden favorecer un comportamiento manipulador más
acusado en el niño. Si el niño logra descubrir
ese punto débil en la personalidad de sus padres puede
llegar a explotarlo en forma desmedida y convertirse ya de
adulto en un verdadero manipulador.
Una
característica del niño manipulador es la de
culpar a los demás, sobre todo a los padres, de sus
pesares. Por tanto, acostumbra no hacerse cargo de sus responsabilidades
o las transfiere otra persona. Puede también acostumbrar
hacerse la víctima, amenazar veladamente, chantajear,
halagar en exceso, ser extremadamente servicial, mentir, criticar
duramente o demandar a sus padres que ellos deben ser perfectos,
saber todo, responder rápidamente a sus demandas y
no deben cambiar de opinión.
Los
padres pueden ayudar a sus hijos, en primer lugar, haciendo
un examen de conciencia y admitir en que momentos ceden por
un sentimiento de culpa. Es común que sentir que no
son lo suficientemente buenos como padres, o el no haber pasado
tiempo de calidad con los hijos influya en su comportamiento
de forma inconciente.
Se
pueden reducir los intentos de manipulación y motivar
al niño a cooperar estableciendo una comunicación
sincera entre los padres y los hijos. Por ejemplo, antes de
ir al supermercado y en un momento de tranquilidad explicarle
al niño como quisiera que se comportara.
También
ayuda el no reaccionar ni responder ante los comportamientos
provocadores de los niños, y por otra parte, se le
puede saciar esa necesidad de poder si se le respeta su capacidad
de tomar decisiones y se le elogia cuando coopera.
Saludos Cordiales
Dr. José Manuel Ferrer Guerra
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